La incorporación de la inteligencia artificial y el neuromarketing político en las estrategias de comunicación es el cambio más importante y disruptivo que se producirá en la formulación de políticas en las próximas décadas, una realidad aterradora.

El inexorable desarrollo de las tecnologías ha hecho que nos encontremos en un momento de reflexión, ¿hacia dónde vamos? y sobre todo, si podemos decidir por nosotros mismos en nuestro día a día qué consumimos y qué no, qué hacemos, qué queremos, entonces ya puedo adivinar que somos esclavos del big data.

Tras la revolución industrial y la revolución tecnológica, nos encontramos ante el mayor reto al que se enfrenta la humanidad sin siquiera darnos cuenta. Un desafío donde la realidad triunfa sobre la ciencia ficción esta vez.

Inteligencia artificial y neurociencia

La inteligencia artificial (IA) crea modelos de comportamiento en los que se puede registrar la actividad neuronal de una persona, para dirigir el mensaje político con mayores posibilidades de éxito en cuanto a aceptar la mente y no la gente, no es lo mismo.

Las actividades cerebrales se han recopilado en grandes bases de datos durante algún tiempo, que luego se entregan como información a las computadoras que procesan este contenido en milisegundos. Millones de variables y casos que a una persona le tomaría toda la vida relacionarse y trabajar. La neurociencia se está asentando en políticas con encefalogramas, sensores y otros avances tecnológicos que registran las ondas cerebrales.

Además, herramientas digitales como eye trackers registran los movimientos oculares que una determinada imagen, intervención o discurso político puede haber desencadenado en la audiencia.

Todos estos dispositivos identifican emociones, patrones de comportamiento, predicen respuestas y pueden asociar esos comportamientos con estímulos primitivos a los que estamos conectados biológicamente.

Estamos en la sociedad de la información, una realidad donde los datos lo son prácticamente todo y son indispensables en la política. El otro día escuché una frase que me encantó:

Solo acepto opiniones de Dios, el resto de los mortales me traen dátiles.

Para ganar elecciones, el análisis de datos, las tendencias electorales y las matemáticas son esenciales. Atrás quedaron los días de improvisación o la tentación del destino. Una persona acepta un comercial, un anuncio, una imagen política en milésimas de segundo o no. Por esta razón, las técnicas de inteligencia artificial en política combinadas con el neuromarketing político llevarán a muchos cambios en los gobiernos de todo el mundo, es inevitable.

Saber lo que piensa o lo que atrae a los votantes es el mayor dilema que enfrentan los líderes y candidatos políticos del siglo XXI.

Inteligencia artificial en la política

Con todo ello, ¿seguirá siendo el ser humano indispensable para la política, o la inteligencia artificial nos sustituirá por su poder de penetración en aplicaciones móviles, redes sociales, portales digitales, buscadores de Internet u otros entornos online? Te responderé al final del artículo.

Los chatbots y los programas informáticos ya te apoyan a la hora de comprar un avión, la robótica también te permite contestar por teléfono que no sabes si es una persona la que te apoya. En cualquier caso, todavía estamos un poco lejos de ser aniquilados como especie, básicamente por un tema demasiado importante, la tecnología nunca tendrá sentido común.

Grandes datos en la política

Las técnicas de big data e inteligencia artificial se han utilizado en el mundo comercial durante bastante tiempo, en política todavía están en pañales, siendo los bots sus ejemplos más vívidos y obvios. En la campaña electoral de Barack Obama de 2012 ya se utilizaba el análisis y la predicción del comportamiento cerebral cuando entregaba mensajes en sus vídeos y apariciones públicas, incluso en España se analizó el primer debate entre Mariano Rajoy y José Luís Rodríguez Zapatero.

Más recientemente, en la campaña presidencial de Donald Trump de 2016, el neuromarketing y la inteligencia artificial fueron excelentes socios para la elaboración de mensajes y los estudios sociológicos.

Beneficios de la IA en la política

  • Algoritmos y modelos predictivos controlan y estudian los hábitos de las personas, es así como la inteligencia artificial ayuda a las marcas políticas a tomar mejores decisiones y actualmente es más capaz de convencer al mercado electoral.
  • El neuromarketing político como herramienta puede cambiar la intención de voto de la población, aumentar la participación electoral, disminuir la abstención y, al mismo tiempo, eliminar votantes de la competencia política. Estamos a las puertas de ciberguerras políticas.
  • La inteligencia artificial ahorra costes a organizaciones y campañas políticas y públicas a medio y largo plazo.
  • La IA puede reconocer patrones de comportamiento que son dañinos para la sociedad, como la corrupción digital.

La inteligencia artificial como revolución política

La inteligencia artificial es una herramienta muy poderosa, no especula, no aprovecha el azar, no espera la suerte. AI rastrea decisiones basadas únicamente en datos y con márgenes de error insignificantes. Así como la tecnología ha evitado muchos errores humanos en las cadenas de producción y distribución comercial, la inteligencia artificial hará mucho para minimizar los errores en la formulación de políticas y la formulación de argumentos.

Humanos, perdónenme, el cerebro humano tomará la decisión final en la sociedad digital, pero no sabemos por cuánto tiempo.

El futuro de la política digital

En tan solo una década, el neuromarketing político se ha convertido en el aliado estratégico más fuerte de la comunicación gubernamental y es un complemento ideal para las estrategias de marketing electoral. El neuromarketing entiende las emociones, las que dan y quitan los líderes políticos.

Según numerosos estudios científicos, esta técnica neuropolítica ha demostrado que las personas acuden a las elecciones movidas por las emociones, mucho antes que el uso de la razón. Sin atención no hay emoción, sin emoción no hay confianza pública y por lo tanto no hay votación.

Hay momentos en los que admito que la intrusión de técnicas de inteligencia artificial en la política me asusta, pero sigo creyendo en la capacidad e inteligencia humana, en definitiva, es ella quien finalmente da en la tecla.

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