Pablo Plotkin presenta su segunda novela de ciencia ficción, Brasil al Sur, editada por Emecé
Años después de un colapso global que acabó con la mayor parte de la humanidad, sigue un período de prosperidad y reorganización regional, con Buenos Aires convirtiéndose en la capital administrativa del sur de Brasil. Desde entonces, la ciudad ha sido gobernada por un régimen de inteligencia artificial conocido como “la Organización”. Así comienza Brasil del Sur, la nueva novela de ciencia ficción del autor argentino Pablo Plotkin, editada por Emecé.
Desde el comienzo de la historia, un evento disruptivo pone en crisis todo un sistema aparentemente perfecto. A partir de entonces, en el nuevo orden planetario, los fracasos son frecuentes. “El del sur de Brasil es una especie de totalitarismo blando, donde los desacuerdos han sido absorbidos como una falla silenciosa del sistema”, dice Pablo Plotkin a Infobae Leamos.
¿Fue realmente un error del sistema? ¿O es un ataque organizado por grupos anti-régimen?
Bajo el gobierno de la Refundación y su Programa Tecnológico Libertario, la ciudad de Buenos Aires actúa como laboratorio de experimentos prohibidos en otras partes del mundo: “homogramas” que replican muertos, aplicaciones que calibran pensamientos negativos, familias prehistóricas de diseño limitadas a la exposición .
Entre los sobrevivientes del cataclismo global que establece el libro se encuentra Elena, quien dirige Lamarck Park, un zoológico de autómatas que explora las fronteras éticas de la inteligencia artificial. También está Wong, el hijo del dueño de los antiguos supermercados chinos, que de niño intenta recuperar su mundo ideal creando la sede de Absolute Happiness, escondiendo en el sótano una extraña criatura híbrida.
“Brasil en el Sur” de Pablo Plotkin
A su vez, Fausto, un operador de la Refundación, es enviado en una misión comercial a Shenzhen, la nueva capital de China, para custodiar un contenedor con contenidos clasificados. Ni Fausto sabe en qué consiste esta entrega. Es importante destacar que los seres híbridos destinados a la guerra por algunas culturas tienen un valor sagrado para otros. El bien y el mal, la utopía y la distopía, lo legal y lo ilegal, lo ético y lo inmoral se discuten repetidamente en la novela.
Shenzhen es totalmente tecnológico y ahí es donde se está materializando el paradigma del nuevo mundo. Los vehículos funcionan de forma autónoma y se transmiten melodías electrónicas subliminales. Sin embargo, no hay libre albedrío para la inteligencia artificial. El I Ching y los “homogramas” no están permitidos. Y no hay libertad de expresión.
La libertad es un valor restringido en China, el centro político y económico de este futuro mundo utópico. La figura oriental Yuga Huan le propone a Fausto traer a Buenos Aires el método de planificación familiar y reproducción controlada a través de la gestación in vitro. Para controlar la cantidad y la “calidad” de las personas nacidas. Pura eugenesia racista proyectada directamente al futuro desde el siglo XX.
El otro tema espinoso que toca la nueva novela de Plotkin es la pedofilia. El mundo que está construyendo el autor de A Radiant Future es un mundo donde las personas de todas las edades pueden ser intercambiadas en forma de autómatas u “homogramas”. Hasta qué punto las leyes vigentes se aplican a personas que no son de carne y hueso es otra cuestión que surge de la novela.
Pablo Plotkin en el auditorio Infobae Leamos en la Feria del Libro 2022. (Foto: Augusto Fornaciari)
El libro menciona tecnologías de imágenes nuevas y avanzadas, como hologramas, simuladores, entornos inmersivos y autómatas que son casi idénticos a los seres originales. Ambientes entre utópicos y distópicos como los de George Orwell y Aldous Huxley, pero también los de Steven Millhauser, Kazuo Ishiguro, Stephen King, JG Ballard y Ursula K. Le Guin acaparan este planeta de ficción. La máquina de reproducción del difunto guarda cierta relación con el dispositivo del invento de Morel de Adolfo Bioy Casares, que cumple una función similar.
“Creo que la ciencia ficción es ambigua sobre los avances tecnológicos”, dice Pablo Plotkin, “hay intriga e incertidumbre. No sólo en relación a las fatales consecuencias que pueden tener las máquinas, sino sobre todo a lo que significa la vida artificial y cómo nos cambia como especie.” La novela cuestiona los aspectos legales y éticos de una nueva esclavitud, la de los autómatas con sensibilidad autónoma. y pensar al servicio de una especie humana post-desastre. Con cada paso parece que retrocedemos en lugar de evolucionar.
Ambientes entre utópicos y distópicos como los de George Orwell se construyen en “Brasil del Sur”, la nueva novela de Pablo Plotkin (Shutterstock).
Algunos de los nombres de la novela no carecen de cierta ironía. Los supermercados chinos “La Amistad” y “Absoluta Felicidad” irónicamente resuenan en un mundo utópico que poco a poco se va convirtiendo en una pesadilla. O el ya mencionado nombre de Faust des Arbeiters, que nos remite a ese otro Fausto de Goethe, un hombre de ciencia obsesionado con el conocimiento de la eterna juventud, aun al precio de vender su alma al diablo. Sin embargo, la búsqueda de los personajes en el sur de Brasil no se centra en la eterna juventud, sino en la superación de la soledad y la pérdida, con la felicidad como meta.
La muerte y la degradación se revelan como el fin inevitable de todas las cosas y de los seres de toda naturaleza. Una grieta que la tecnología puede paliar de forma muy rudimentaria. Más allá de la tecnología está el arte. Peng Lei, la madre de Wong, es artista. Pinta paisajes utópicos en acuarela sobre madera. En su taller tipo loft reproduce un mundo próspero, apacible y lleno de misterios, recuerdos de los paisajes de su infancia.
Tenemos que preguntarnos qué lugar tendrá la cultura, el pensamiento, la creatividad y el arte en un orden futuro tan rígido y deshumanizante. “Creo”, dice Plotkin, “mientras exista la humanidad, es imposible que no haya arte, creatividad ni pensamiento. No importa en qué plataformas o en qué condiciones se desarrollen. Es casi lo que nos define como especie.” Así que quizás no sea la tecnología de punta sino el arte, la verdadera utopía de la felicidad que busca el hombre.
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